jueves, 29 de octubre de 2009

Miedo A La Opinión

ORIGINAL: [esferapublica]

Caricatura de Chócolo censurada

Con cartulinas y cinta pegante se tapó el texto de la caricatura (en gran formato) para que los asistentes no leyeran el mensaje, alusivo a los ‘falsos positivos’.

Sorpresa, decepción o inconformidad han sido algunas de las expresiones de los curadores y participantes del Salón Regional de Armenia (organizado por el Ministerio de Cultura), cuando se encontraron con la obra Falso positivo, del caricaturista Chócolo, tapada con cartulinas y cinta pegante.

La caricatura mural, que alude con humor crítico un hecho que ha acongojado e indignado al país, el de los falsos positivos del Ejército, fue censurada durante dos horas en las que se prestó el espacio de la antigua estación del tren de Armenia (donde se aloja el Salón Regional del Eje Cafetero) para un evento del Ministerio de Comunicaciones.

Sin embargo, de entrada el curador de la muestra, Fernando Arias, tomó distancia de lo sucedido: “Autorizamos realizar ese evento dentro del Salón, porque permitiría mayor afluencia de público, pero jamás dimos vía libre para que manipularan las obras y menos para que las censuraran”.

El Salón, que se realiza por primera vez en Armenia, parte de un concepto curatorial que desarrollan los artistas de la zona. MicroMacro, la curaduría de Fernando Arias y Jonathan Colin, es una apuesta que puso a hablar a artistas (en un sentido amplio, pues se invitaron caricaturistas, comunicadores, entre otros) de la realidad económica, social y política, partiendo de los aspectos microscópicos de la vida.

Invitamos a los participantes a hacer un taller con un bacteriólogo para conocer aspectos de la microbiología y desde ahí hacer una reflexión sobre los aspectos macro de la vida”, explica Arias. En este contexto nació una muestra que comprende obras muy cercanas a lo biológico y otras “menos literales y más macro”.

En el segundo grupo quedó incluida la caricatura de Chócolo (Harold Trujillo Torres) que juega con el episodio de los falsos positivos del Ejército y la actividad de los laboratorios bacteriológicos de clasificar el tipo de sangre.

Por su contenido político, fue precisamente este mural el que despertó la suspicacia de los organizadores del evento, que se realizó en el mismo espacio el pasado 22 de octubre para el Ministerio de Comunicaciones. Ese día, en la inauguración de “Conectando sentidos” —encuentro que busca apoyar a la población con discapacidad sordomuda, llevando equipos tecnológicos y procesos de formación—, los asistentes encontraron —no sin cierta sorpresa— que una de las obras se encontraba parcialmente tapada (ver foto de portada).

Para el equipo que maneja las obras y hace la producción del Salón Regional, fue una sorpresa encontrar cubierto con cartulinas y cinta los textos del mural, puesto que, según explicaron a El Espectador, sólo habían autorizado, en caso de ser necesario, cubrir el fondo de la tarima y sólo el personal que mueve las obras. Arias expresó “que aunque el Salón ha sido una gran cosa para la ciudad de Armenia, este gesto fue un acto de censura y una falta de respeto con el artista y con el Salón”.

En igual sentido se expresó el caricaturista de El Espectador Chócolo, cuyos trazos, muchas veces irónicos y críticos de hechos políticos, han aparecido en los principales diarios del país: “Para mí ha sido motivo de orgullo estar invitado al Salón Regional y ver cómo la caricatura es considerada arte. Pero me tiene muy decepcionado que alguien irrespete mi trabajo de esa manera”, explicó a El Espectador.

¿Quién tapó el cuadro?

Corpocultura, entidad que autorizó y propuso el espacio para realizar el evento del Ministerio de Comunicaciones, negó que ellos lo hubieran hecho: “No hubo censura, puesto que la obra ha estado exhibida ahí desde la apertura del Salón y aun ahora. No di la orden de tapar el mural y no lo hizo nadie de mi equipo”, afirmó el director Manuel Sabogal.

En realidad, la decisión vino de la empresa que contrata el Ministerio de Comunicaciones para organizar la logística del evento. Como lo reconocieron Andrés Beltrán e Íngrid Moreno, “fue decisión nuestra, como organizadores de evento, pues no queríamos que hubiera contenidos políticos en el espacio”. Ellos afirman que fueron autorizados por el encargado del Salón, John Fredy Quinceno, quien a su vez negó haber dado esa autorización.

Lo cierto es que una obra de arte en un recinto dispuesto para el arte no puede ser “censurada”. Por incómoda o políticamente incorrecta que parezca, es una manera de expresarse, protestar o afirmar algo. En pocas palabras, así lo define Vicente Todolí, director de la Tate Modern de Londres: “Un Salón es como un jardín botánico del arte y tiene un discurso, guste o no, que refleja lo que una comunidad tiene para decir”.

Sara Araujo

publicado por El Espectador