lunes, 6 de febrero de 2012

El Colombiano, cien años de “Comunicación, opinión pública y cultura política”



febrero 5, 2012 7:10 pm 
Letras Arte y curaduría, La Historia del Arte todos los dias, Mirada Crítica, Prácticas Artísticas Contemporáneas 

Celebramos todos el centenario de El Colombiano y para ello, desde Letras Anónimas, rindo un homenaje reflexionando a partir de un texto fundamental de Jesús Martín-Barbero. Este es mi análisis.   

Comunicación, opinión pública y cultura política[1]
Des-figuraciones de la política y nuevas figuras de lo público[2]

La esfera pública entre la opinión y la publicidad
La opinión pública como escenario es una metáfora que lleva a pensar en un espacio específico, la vida política, lleno de contradicciones. Así lo advierte Jesús Martín-Barbero al explicar que en ese espacio “convergen la racionalidad de las encuestas, sus cálculos de probabilidad, con los más diversos intereses y las artimañas de los sondeos de toda laya, a toda hora, desde todos los medios”[3].

Agrega que allí confluyen también restos de ideologías y convicciones de los militantes de partido “con las emociones, sentimientos y posiciones que los medios buscan suscitar en las audiencias”[4].

El autor intenta demostrar cómo hoy el concepto de opinión pública, definido de diversas maneras a través del tiempo, no es más que un elemento de la vida social manipulado por los medios de comunicación.

El autor, citando a Jean Baudrillard, recoge sus opiniones sobre la capacidad de opinión y representación de las masas – “ni son representables ni capaces de expresión sino sólo sondeables”[5] – para tocar el tema que considera de fondo: ¿Puede la opinión pública sobrevivir al vaciado simbólico de la política y a su incapacidad de convocar, interpelar/construir sujetos sociales? Para responder a esta pregunta, Martín-Barbero recurre a Jürgen Habermas para mostrar la evolución del concepto de opinión pública.

Habermas, en su libro Historia y crítica de la opinión pública[6], cuenta que la esfera pública burguesa es una instancia “mediante la cual el interés público de la esfera privada en la sociedad burguesa deja de ser percibido exclusivamente por la autoridad y comienza a ser tomado en consideración como algo propio por los súbditos”[7]. No obstante, quienes ejercían ese derecho eran aquellas personas que tenían educación y poseían propiedades.

Esta situación cambia un siglo después con la aparición de la masa urbana y la modernización de la prensa, ambas transformaciones mediadas por la refinación de la publicidad, tanto en el ámbito comercial como en el político.

Aparece entonces el concepto de opinión pública, no ya como una acción que se oponía a la práctica del secreto propia de los Estados absolutistas sino como principio de la crítica como derecho del público a debatir las decisiones políticas, esto es, el diálogo ciudadano.

Esta consideración redefine el concepto de opinión pública y la convierte en un espacio de articulación entre la sociedad civil y la sociedad política.

A juicio de Martín-Barbero, es Gabriel Tarde quien ubica a la opinión pública en el ámbito de la comunicación al analizar el cruce de la transformación de las creencias en opiniones públicas y el desarrollo del medio en que ésta se expresa: la prensa.

Carente de aquellos poderes que en el pasado representan el Estado, la Iglesia y los partidos políticos, lo público se identifica más con lo escenificado en los medios y el público con sus audiencias.

Concluye Martín-Barbero que “la opinión pública que los medios fabrican con las encuestas y sondeos tiene así cada vez menos debate y crítica ciudadana y más de simulacro”[8].

¿A qué conduce todo esto? A la desconfiguración de la política, pues ante el vacío social de la representación, se impondrá el discurso político que proponen la televisión y la publicidad, con los efectos que ello pueda tener en el tejido social.

Cambios en el tejido cultural y comunicacional de la política
Martín-Barbero replantea las relaciones entre comunicación y política a partir de las que considera las dos transformaciones socioculturales de mayor calado en la actualidad: los procesos de des-encantamiento del mundo que hoy culminan con la globalización, y la desestabilización del sentido del trabajo.

2.1.        La política en un mundo social desencantado

En un mundo globalizado, donde la racionalización y la administración se unen para enfrentar las expresiones sociales, es lógico que el discurso político y su vehiculización mediática se transformen de tal manera que pierdan sentido.

A propósito de mi Maestría en Teoría Crítica, en Ciudad de México, les comparto este interesante texto. Sobre 17 (en) obra* – Marcela Quiroz Luna

ORIGINAL: Letras Anónimas - LUCRECIA PIEDRAHÍTA


enero 29, 2012 Letras Arte y curaduría, La Historia del Arte todos los dias, Mirada Crítica, 

Hace poco regresé de Ciudad de México donde asistía a mi segundo año de Maestría en Teoría Crítica. Allí tuve la oportunidad de conocer personalmente a Marcela Quiroz, ya doctorada en Teoría Crítica y a quien invité al Homenaje que preparo desde el AUDITORIUM MAXIMUM para John Cage. 
Les comparto este interesante artículo y bello manejo de la escritura, autoría de esta destacada crítica y curadora que presentó en nuestro período de Coloquio en el D.F. 

*Ponencia presentada por Marcela Quiroz Luna en el marco del XII coloquio de 17, Instituto de Estudios Críticos  Casa Refugio Ciltlatépetl | México DF, enero 2012 |  imágenes: cortesía del artista


“…y si, para que algo pase, hiciera yo una promesa?” Roland Barthes. Fragmentos de un discurso amoroso

 La sola intención por pensar en 17 como se aproxima uno a una obra, supondría, por principio, colocar en el arte una importante apuesta de esperanza. Esa misma esperanza por la que Theodor W. Adorno –a pesar de creer, en alguna devastada medida, que efectivamente después de Auschwitz era ya imposible escribir poesía– continuó, sin embargo, escribiendo sobre los acordes fundantes de Beethoven y las palabras desiertas de Celan.

Intuyo así que aquella urgencia –acaso aún más íntima que ‘institucional’– que me entregó en las manos Benjamín Mayer una tarde hace no muchos jueves, apelaba a esa misma y precisa esperanza –radical hasta la médula– que finca en el arte su último y definitivo bastión. Esa tarde, a diez años de historia del 17, Instituto de Estudios Críticos, su fundador hablaba (utilizando conceptos derivados del mundo de la música, respondiendo a su formación/pasión como jazzista) [hablaba] de la necesidad de reconocer ese acorde compartido que, aún cuando silencioso o ensordecido, anima el encuentro entre una obra y su creador. Ese acorde que él mismo hace más de una década concibió como una ‘máquina productora de silencio’ consumada en el tenderse de sí como lazo social.[1] Una máquina –nunca solo individual– ejercitándose en la aventura inter e intra-disciplinar preocupada (es decir, de antemano ocupada por atender ese lugar-en-escucha al cuerpo del otro, el par); preocupada por poner en marcha una discursividad situada al cruce de los caminos académico, cultural y psicoanalítico.



Para iniciar, entendamos al creador no sólo como aquel que ‘factura’ sino también aquel que recibe la obra –y en este sentido es co-partícipe de su creación. Ello nos permitirá entender la obra de arte sobre una temporalidad potenciada ad infinitum que, como ciertos textos ‘escribibles’ –siguiendo a Roland Barthes– conforman y confirman su existencia en activo solamente si acontecen al encuentro con su lector. Así, para seguir las intenciones argumentales de este escrito, entendámonos también como (co)creadores de la obra que hoy es 17; es decir, en tanto nuestra presencia entre sus apuestas ha dejado ya su huella al tiempo del intercambio intelectual y por tanto nos destina creadores-en-compañía, colindancia, confidencia, confabulación y complicidad.

Volvamos así a la búsqueda de ese acorde que con esclarecida intuición me remitió a una suerte de ‘aura’ (siguiendo a Walter Benjamin) detrás de las palabras de Benjamín Mayer conforme ansiaba explicar(me)(se) la naturaleza del encuentro que incansablemente busca ofrecer 17, fincando sus anhelos en la experiencia de compenetración profunda que sucede dentro de quien dispone no sólo su tiempo sino por completo su cuerpo para recibir una obra de arte. Diez años después de fundado 17, quienes lo hemos ido conformando sabemos bien que no es sino en la apuesta radical que involucra la entrega del cuerpo entero, ‘dónde’, cómo y cuando sucede en potencia su ‘obrar virtual’. Ante la propuesta que habría de germinar en estas letras, comprendí que sobre los ejemplos, anécdotas, memorias y planes que entonces me compartía Benjamín, lo que en realidad me entregó esa tarde para poder contar (en cuento y entre cifras) el valor de 17, fue el ‘aura’ de un tiempo creativo (des)andado una y mil veces. Escuchándolo comprendí que el aura que emana la historia temporal de 17, precisa ante todo de cuerpos (como historias) a los cuales enamorar y hacerse en ellos como un juego de variables infinitas que hoy afirmaremos convoca a 17 (en) obra.