Gerardo Mosquera es una de las voces más reconocidas de Latinoamérica. Su conocimiento de la situación global del arte (su paso por el New Museum en Nueva York o la Rijksakademie en Amsterdam son ejemplos de ello) es paralela a su capacidad de lectura crítica del arte generado en los distintos países de Latinoamérica. Mosquera habla de política, de Venezuela y Cuba, así como de la situación en Argentina.
Desiré Vidal: Has comentado cómo existen y se comparten una serie de códigos internacionales en el mundo del arte, algo así como un latín culto que deriva en nuevas lenguas populares. Comparabas, como ejemplo, el trabajo de un artista de Palestina con otro de Brasil en que si bien hay elementos propios del lugar, necesariamente ligados al contexto como el modo de resolver técnicamente una obra, los formatos, los sujetos y las problemáticas son las mismas. ¿Es posible que suceda esto en aquellos países que estarían fuera del mainstream, de los circuitos internacionales del arte actual por una postura política decididamente antiglobal, de discursos localistas e individualistas, como es el caso de Venezuela con Chávez o Cuba?
Gerardo Mosquera: Lo que está haciendo Chávez es realmente loco. Venezuela tenía y todavía tiene colecciones de arte contemporáneo, nacional e internacional, impresionantes, fruto de las fortunas millonarias de la época del petróleo que, hoy día están inmovilizadas. Cuando Chávez tomó el poder, se encargó personalmente de eliminar e incluso ridiculizar públicamente a los directores y responsables de los centros y museos de arte públicos, profesionales altamente cualificados, con carreras muy prestigiosas como curadores, críticos, historiadores... respetados internacionalmente. Un buen día, escuchando la radio, estas figuras se enteran de la noche a la mañana que han sido despedidos de sus cargos, por el propio Chávez anunciando “Y ahora vamos a limpiar los museos de la burguesía. Mª Elena Ramos, directora del Museo Nacional de Bellas Artes, ponchaaaaá (término importado de la jerga del beisbol), y así sucesivamente. Fue una situacion lamentable y patética.
DV: Lo realmente preocupante es su amplio radio de acción e influencia, que si bien puede suponer un alzamiento de un nuevo modo de pensar y actuar y ser latinoamericano, despierta desconfianza por sus modos poco transparentes y democráticos.
GM: No, no creo. Por suerte ahora con la caída del precio del petróleo se quedó sin dinero y su poder irá a menos. Todo pare indicar que financió la campaña de Cristina Kirchner, el vuelo en que engancharon la famosa maleta era el decimotercero de ese avión, por lo que posiblemente otras maletas iguales habrían entrado antes. Su influencia en otros países latinoamericanos le vino por el dinero, pero ahora ya no tiene tantas maletas. Pienso y confío en que eso no va a durar. De hecho, en estas recientes elecciones, salió elegido por un pequeño margen, el país esta divido en dos.
DV: ¿Y Cuba?
GM: En Cuba al régimen le quedan diez años. Se salvó que lo ha mantenido Chávez.
DV: Usted sigue viviendo en Cuba
GM: Sí, vivo ahí, pero estoy totalmente marginado por el régimen, soy un inxiliado, un exiliado dentro de mi propio país. No puedo enseñar, no puedo publicar, dar una conferencia, no puedo hacer nada, no hay acceso a internet, nada. Allá puedes hacer cosas subterráneamente, uno solo por su cuenta. pero en cuanto te organices con otros la cosa se complica. Cada vez que salgo tengo que pedir un permiso al Estado, todo un tramiterío burocrático que demora días, de modo que suelo salir por períodos largos para trabajar en diferentes lugares. Ellos me conceden los permisos porque me invitan de entidades e instituciones internacionales prestigiosas a las que no les interesa decir que no para evitar escándalos, y es que cada vez que viajo tengo que justificar a donde voy, con quien, para qué...
DV: ¿Y todo el trabajo que realizaste para la Bienal de Cuba y en el Ministerio de Cultura?
GM: Sí, así es, pero, aparte de eso, mi trabajo más importante en la época fue el de crítico de arte. Durante la década de los 80 tuvieron lugar procesos culturales renovadores en los que participé activamente, desarrollándome como crítico de arte. Fui uno de los protagonistas de todo ese proceso, por lo que he estado muy vinculado a la vida cultural de mi país. Esa es una de las razones por las que no me fui, para quedarme trabajando desde dentro de una manera crítica e independiente.
DV: No pueden tener acceso a Internet ni a una cuenta de e-mail. No hay acceso legal a la vastedad de la información digital ni a la red global. ¿Es palpable una brecha o distancia entre los creadores out-net y los in-net?
GM: ¡Si es que no pueden ponerle puertas al ciberespacio! Esa es una de las manifestaciones más evidentes del sinsentido del régimen. Las nuevas tecnologías han vuelto la situación incontrolable. Por ejemplo, un artista hace un vídeo en Cuba, alguien se lleva una copia fuera y eso comienza a circular, tener vida propia fuera de la isla. El Ministerio de Interior de Cuba se afana en desarrollar programas informáticos para poder rastrear conexiones ilegales al Internet... una locura. Otro caso es el blog Generación Y de Yoanni Sánchez, se llama así en referencia a toda una generación de niños que recibieron nombres que imitaban sonidos extranjeros porque era símbolo de estatus social. Es el más conocido de una cantidad de blogs independientes que han surgido en Cuba.
DV: Gerardo puedes contarme un poco más sobre cómo surgió y cómo evalúas el proyecto que dirigiste durante este año “Nueve curadores discuten su obra” ahora que has venido a cerrar el ciclo. ¿Cual es el papel del curador? ¿Que perfil y formación demanda? Es necesario un ejercicio de crítica para no repetir, no caer en formalismos...
GM: Este proyecto de formación surgió de la invitación de Lidia Blanco, directora del Centro Cultural de España en Buenos Aires, para cubrir un vacío. En Argentina hay muchos artistas, galerías, espacios, propuestas independientes, pero las posibilidades de formación para los curadores son prácticamente inexistentes. En este contexto, pensé que sería una contribución plausible convocar a una variedad de curadores internacionales a presentar su trabajo a curadores, artistas y críticos de Buenos Aires y Santiago de Chile, sobre todo a los jóvenes, en una serie de encuentros mensuales a lo largo de nueve meses. Exponer su producción como materia de análisis y discusión, creando un espacio de trabajo flexible y adaptado a las necesidades concretas de los curadores, estableciendo un networking entre todos. Para la mayoría de los asistentes supuso conocer en persona por vez primera a excelentes profesionales como Cuauhtémoc Medina, Vicente Todolí, Taiyana Pimentel... Y no fue difícil atraerlos y entusiasmarlos en este proyecto, por su perfil y por la propia seducción que despliega el pasado histórico y literario de Buenos Aires. Una de las debilidades de estos proyectos que se desarrollan en países subdesarrollados es que no se productivizan, no se capitaliza el esfuerzo que se realiza. En este sentido, es clave el papel que está desempeñando la Red de Centros Culturales de España en Latinoamerica, espacios de dinamización, activación y producción cultural dirigidos por profesionales con ideas, con ganas, que no son burócratas. En muchos lugares estos centros han supuesto locus de renovación cultural, como sucedió con el desaparecido centro cultural de La Habana.
DV: Sí, comparto esa opinión, sin duda. Sin embargo, estos equipamientos culturales que cuentan con más recursos, medios, redes e infraestructuras que los netamente locales, suelen ejercer un rol de apadrinamiento de la movida cultural de la ciudad, tanto, que en algunos casos, acaban desarrollándose relaciones de dependencia o eclipsando las iniciativas independientes o más modestas.
GM: Sí, es posible, pero qué vas a hacer, ¿¡que se mueran de hambre!? Creo que no entran en competencia ya que cada uno tiene un papel importante por hacer y cada uno cumple su ciclo, que en el caso de los proyectos surgidos de artistas y colectivos suelen tener una vida relativamente breve per se, sean en Buenos Aires o Londres. El papel de una institución es diferente, y los centros culturales de España cubren un vacío institucional evidente en muchos casos. La actividad artística en general está muy necesitada de renovación de aires, de entrada de nuevas miradas, y es que para lo grande que es el país la escena artística de primer orden es reducida si lo comparas con Brasil o incluso Colombia.
DV: Estuviste trabajando para el New Museum of Art de New York. ¿Desde allá cual es la mirada que se tiene de acá?
GM: No buscan el exotismo porque ya no interesa. No te quieren por tu origen, por de donde vienes, sino por a donde vas. Hoy día el artista circula con nombre propio pero sin apellidos nacionales. Si bien hay circuitos a los que les interesa explotar los tópicos y estereotipos de la nación de origen del artista para un mercado muy concreto, eso no tiene ningún sentido hoy día en el circuito internacional del arte, especialmente cuando comprobamos que el arte contemporáneo se aprende, se descubre y se distribuye por Internet, o cuando lees la hoja de vida de cualquier artista y ves que su itinerario profesional discurre en diversos países o ciudades. Lo que interesa es cómo la diferencia produce nuevos significados en los códigos internacionalizados.
DV: ¿En qué proyecto estás trabajando ahora?
GM: Ahora mismo estoy trabajando en un proyecto en Córdoba (España) con los patios tradicionales, un espacio de exposición potente por todas las líneas discursivas entre lo público y lo privado, lo tradicional y lo contemporáneo… Me interesa trabajar con lugares o escenarios fuera de la protección del cubo blanco. Se llama El patio de mi casa. Arte contemporáneo en patios de Córdoba y se presentará del 15 de octubre al 29 de noviembre. Va a estar bueno, resulta muy interesante trabajar con los propietarios de estos patios patrimonio cultural de la ciudad y con los artistas visitantes.