Hablar de Joseph Beuys es hablar de uno de los artistas más representativos del siglo XX. Fue él quien manifestó en cada una de sus propuestas, que la meta de su arte era curar. “Todo ser humano es un artista”, afirmaba. Y es que para Beuys, la creatividad era el verdadero capital, creatividad que se debía entender como la verdadera fuerza revolucionaria transformadora que está presente en cada individuo. Cada uno contribuye en la mediada de sus propios rendimientos individuales a una utopía de la sociedad como “plástica social”. Para él el cuerpo es el objeto artístico en sí mismo.
Beuys es considerado un maestro inteligente con normas severas. Fue él quien hizo de las cosas sencillas de la vida cotidiana elementos integrantes de su arte. Él confiaba mucho más en la imaginación, en las facultades que están latentes en cada ser humano, que en los talleres perfectamente instalados y en las máquinas más modernas. Pero hay que aclarar que no era en absoluto, un enemigo de la técnica.
Beuys, nació el 12 de mayo de 1921 en Krefeld y murió el 21 de enero de 1986 en Dusseldorf. Se formó como escultor en la Academia de Dusseldorf, fue profesor de escultura, co-fundador del movimiento europeo “FLUXUS”. Su trabajo es el mejor ejemplo de la apertura artística que caracteriza a la mayor parte de los artistas vinculados a aquel colectivo. Beuys plantea, en algunas de sus obras, cómo la especie humana es la destinataria del concepto de arte y, por tanto, recurre al tratamiento del cuerpo humano como una herida.
Beuys, pasional y romántico, piloto de guerra, quien caerá de su avioneta para luego ser salvado por unos campesinos tártaros, regresará, por así decirlo, a la vida, para transformar su experiencia traumática y para entender que la misión del arte era recupera los mitos ancestrales y establecer una estrecha relación con la naturaleza. A partir de ahí recurrirá al uso de materiales como el fieltro, la grasa, animales muertos, y basuras.
De esta manera otorga una nueva dignidad a los desechos y da una nueva utilidad a lo usado. Sin duda, esta era una manera de sentar posición frente a una sociedad consumista. Con sus materiales característicos desarrollará una pintura, escultura e instalaciones ricas en metáforas y símbolos. Sus obras plantearon en su momento, años 60, 70 y 80, preguntas que afectaban a todo ciudadano: la relación entre el hombre y la técnica, entre naturaleza y civilización, entre el arte y la vida, temas que hoy recobran una actualidad contundente.
Beuys asumió su cuerpo como elemento de comunicación y lo llevó a sus últimas consecuencias. La forma que adopta el cuerpo en el espacio, los ademanes, la postura, las expresiones del rostro, la mirada, proyectan mensajes y concretizan esa relación del sujeto con el mundo. El artista alemán recurrirá al cuerpo para presentarse como el artista chamán y realizar sus actividades de corte crítico – social y político y poner de manifiesto la relación destruida entre el hombre y la realidad. Su papel entonces, era salvar a una sociedad que el consideraba muerta.
Y esto se liga de inmediato al profundo sentimiento religioso que lo acompañó.
Rechazó toda forma de violencia, cuestionó la guerra y todas las formas del terror pues sabía que el objetivo del terror, no es producir orden sino caos. Y sobre esta idea, podemos decir que Beuys subraya, indica y señala su propuesta artística. Fue un artista que trabajó incansablemente hasta agotar sus propias fuerzas.
Militó en el accionismo. Entre sus acciones más destacadas se encuentra “Acción COYOTE”. En 1974, el artista es invitado a dictar varias conferencias en Estados Unidos. En esta ocasión presenta la acción – drama: Me gusta América y a América le gusto yo.-
A su llegada al aeropuerto Jhon F. Kennedy de Nueva York, aparece Beuys envuelto en una manta de fieltro, de inmediato es conducido en una ambulancia al interior de la Galería René Block. Allí permaneció tres dias y tres noches, en un espacio enjaulado con un coyote salvaje, animal sagrado para los indios de Norte América.
El artista ocupa el espacio de la galería y cada día que pasa va recopilando ejemplares del Wall Street Journal, diario que significaba para él, el símbolo del capitalismo en Estados Unidos. Lo acompañan en la acción – drama, una linterna, un bastón, un triángulo colgado en el cuello con el que de vez en cuando hace música, un magnetófono y varias tiras de fieltro sobre las que duerme.
Al coyote y al artistas los separa unas rejas. Beuys accede al espacio del animal, en algunas ocasiones, con su cuerpo cubierto por las tiras de fieltro y el bastón de mando, para hablar con el coyote.
En esta acción el artista se convirtió en una escultura de formas permanentemente variables.
El resultado final es que el coyote se acostumbra a la presencia de Beuys, hasta que el artista llega a dormir sobre las pajas en donde dormía el animal y el coyote se acuesta en las tiras de fieltro del artista.
La acción termina cuando Beuys abraza al animal, para después esparcir, por toda la galería, la paja en la que ambos durmieron durante los tres días.
De nuevo, Beuys, se cubre su cuerpo con la manta de fieltro y colocado en una camilla es conducido en ambulancia al aeropuerto sin pisar otro suelo de nueva York que el de la galería.
A propósito nos dice Ana Maria Guasch: “Con esta acción multiculturalista, Beuys formuló una hermética pero rotunda crítica a la política estadounidense en relación con los piles rojas, crítica que aludía al “trauma americano” que Beuys ayudaba a superar a través de sus relaciones de tú a tú con el coyote, con el “otro”, como “otros” eran los pieles rojas”. De nuevo, aparece el cuerpo del artista como el elemento redentor frente a situaciones difíciles para la sociedad. De ahí que él siempre hablara de su trabajo como “escultura social”. En el momento histórico en el que Beuys produce su obra, era muy difícil,de asimilar para un gran público.
En sus obras hay una fealdad provocativa, como dice el alemán Wiegand, y lo informe de tantos productos de Beuys – de los que muy pocos pueden ser considerados como obras de arte en el sentido tradicional del término. Wiegand, conocedor de la obra de Beuys y persona cercana a él, nos dice: “Todo pueblo tiene los artistas que merece. ¿Hemos de asombrarnos tanto, realmente, de que después del clasicismo impuesto dictatorialmente durante la época nazi – vuelva uno de la guerra y se apreste a crear un arte por así decirlo sucio, sólo por no entrar de ningún modo en contacto con la belleza, tan cruelmente pervertida?.
Si ha habido en un terreno cualquiera de lo visual esa labor de duelo y esa elaboración crítica del pasado tan reclamadas, lo ha sido en y con Joseph Beuys, que ha hecho esta tarea él sólo y sin ayuda de nadie. Su obra aparentemente tan absurda y quimérica, es medida, como se ve, con la vida misma, y su fuerza profética encuentra aceptación tan pronto como se ve confirmada por los hechos: su visión de la realidad. Beuys, era un realista”.
Toma fuerza la reflexiona sobre el tema de la violencia y cómo lo asumen los artistas, por lo tanto es importante referenciar una obra profética del artista alemán: Cosmos y Damián, realizada en 1974.
Reconocemos el horror que nos causó la catástrofe del 11 de septiembre. Jamás podremos borrar de nuestras mentes, las imágenes de televisión, cuando las torres gemelas de desplomaban a causa de los ataques de aviones civiles al centro financiero de Nueva York.
Pero una catástrofe histórica de tales dimensiones cambia, por lo contrario, la aparición de las obras de arte, como por ejemplo, la de la obra de J. Beuys de 1974, Cosmos y Damián – que transforma tarjetas postales del World Trade Center en tres múltiples variantes.
Según el artista alemán , un cubo frío de cemento o de acero imposibilita la transformación y por ello se convierte en expresión de un estado terminal mortal. En el lado opuesto, el fieltro termoasilante, el cobre conductor y la grasa que se derrite por el calor, son materiales diversos que deberían ilustrar y poner en evidencia potencialmente, los estados de agregación del arte. Sin ser, en el sentido real “símbolos” de ciertos contenidos. Y es que el entendimiento común del concepto de capital estaba considerado por Beuys como No artístico – y sostenía: porque el dinero, aún sin ser trabajado, produce intereses.
De nuevo, en esta obra, el artista chamán, transformó la apariencia de los rascacielos gemelos en dos torres de grasa. El hecho de transformar la apariencia de los rascacielos en dos torres de grasa, lo que estaba proponiendo de acuerdo a su teoría plástica: era substituir el frío “sistema terminal del capitalismo inhumano” que tenía además una “forma mortal”, afirmaba el artista, - en el “capital de la creatividad del calor social”.
De todas maneras esto no era suficiente para una verdadera curación – recuerden que curar fue una de las metas centrales para el arte de Beuys. Entonces lo que el artista hizo fue complementar su cometido, con una selección onomástica. Como dedicatoria, escribió sobre ambas torres en forma vertical, los nombres de los gemelos árabes : Cosma y Damián. En una grafía inglesa Cosmas se transforma en “Cosmos”, incluyendo así el significado de globalización.
La historia de los gemelos árabes Cosmas y Damián habla de los dos santos de la antigüedad – llamados “los desposeídos”, porque no cobraban por sus curaciones, ya que según la leyenda, transplantaron la pierna de un moro a un enfermo de tez blanca. Los mártires cuya fiesta se celebra en septiembre – se convirtieron en patrones de los médicos y farmacéutas.
Por largo tiempo, la terapia de los gemelos Cosmas y Damián, fue sólo el recuerdo de una ilusión artística de Joseph Beuys, fallecido ya hace 24 años.
A propósito Thomas Zaunschirim escribió: “en la pintura al blanco y negro de los fanáticos fundamentalistas no existe una evolución histórica. Ya que Dios ha sido sustituído por el dinero, la catedral del mundo occidental, como símbolo de la comercialización globalizada, se convirtió en blanco del odio acrítico y la destrucción. Desde hace algunos meses la obra múltiple de Beuys ha cobrado una actualidad angustiosa”.
Fuentes: notas de clase y revista Humboldt.
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