John Cage, la desobediencia como norma
Por: Lucrecia Piedrahita Orrego. Museóloga / Curadora / Candidata a Magister en Teoría Crítica (México, D.F) |
Así, John Cage, desató los conceptos del arte a velocidades incontroladas en la segunda mitad del siglo XX para convertirse en una bisagra fundamental del arte moderno y contemporáneo.
Innovaciones en el campo de la música, desmaquillador de las venas de la tecnología para ofrecerle al público la poética contenida en las estructuras de los dispositivos tecnológicos: monitores, pantallas, cuerdas, micrófonos, videos, y medios fotoeléctricos para teatralizar la música y conformar escenografías futuristas que tenían su punto más alto al intervenir la arquitectura del gran piano de concierto introduciéndole borradores, puntas de madera, corchos, piedras y tornillos. Toda esta parafernalia tenía un sentido, implicaba conocer la norma para saber destruirla y ante todo un espíritu tranquilo con una altísima capacidad de resistir frente a los auditorios que lo tildaron de irresponsable y juguetón. Tras esa primera fachada que veían algunos sectores del público culto y también del ambulante, se filtraba
Innovaciones en el campo de la música, desmaquillador de las venas de la tecnología para ofrecerle al público la poética contenida en las estructuras de los dispositivos tecnológicos: monitores, pantallas, cuerdas, micrófonos, videos, y medios fotoeléctricos para teatralizar la música y conformar escenografías futuristas que tenían su punto más alto al intervenir la arquitectura del gran piano de concierto introduciéndole borradores, puntas de madera, corchos, piedras y tornillos. Toda esta parafernalia tenía un sentido, implicaba conocer la norma para saber destruirla y ante todo un espíritu tranquilo con una altísima capacidad de resistir frente a los auditorios que lo tildaron de irresponsable y juguetón. Tras esa primera fachada que veían algunos sectores del público culto y también del ambulante, se filtraba
- un pensador de la cultura,
- un absolutista con batuta,
- un constructor de puentes para la música, las artes y la tecnología del futuro,
- una autoridad sin límites que supo componer con una caligrafía distinta para mostrarnos que todo es susceptible de reorganizarse, de repensarse para generar estados emotivos y sensoriales, y ante todo para crear un objeto nuevo que ya no pertenece a nadie.
Estas herencias que hoy recogen la cultura y la contracultura son producto de las relaciones estrechas entre el artista y la ciudad. En el siglo XX, el espacio urbano fue el escenario vivo en el que el artista produjo su obra, el marco desde donde se inspiraron las vanguardias y posvanguardias y el lugar por excelencia para la experimentación y el antiarte en donde predominaba la sorpresa, lo absurdo y el escándalo. Fue la época de la pasión por los objetos encontrados y transfigurados en arte a través del gesto, de la palabra y de las miradas del espectador. El arte se convirtió en el escenario para confrontar los horrores de la guerra sirviéndose del juego, del inesperado final y desechando todo condicionamiento social para instalarse en el campo de la anarquía y el anticonformismo.
Hoy nada de esto le es extraño a un espectador que ha visto cómo un urinal se instala en la galería de arte para elevarse a la categoría estética, cómo en un cubo de madera cabía todo el sistema planetario materializado en pompas de jabón y cómo las cajas de productos comerciales daban cuenta del nuevo gusto del público para coleccionarlas como piezas de arte, únicas e irrepetibles.
Pocas veces y con lapsos de tiempos largos nace una figura que trastoca los órdenes establecidos y nos enseña que el arte es un acto colectivo y que una de las formas para comprender el mundo es alfabetizando los sentidos. Uno de esos seres fue John Cage, el artista moderno más influyente en los años 40 y 50, perteneciente a la Generación Beat, la misma que habló del rechazo a la idea de una América prediseñada.
Cage es el artista que cruzó las barreras en búsqueda de una profunda renovación espiritual, materializada en la potencia experimental que él mismo significó y que tuvo sus raíces en el budismo Zen inspirada por el famoso libro “El espíritu Zen”, de Alan Watts. El descubrimiento de este mundo espiritual, diametralmente opuesto a lo que vivía Estados Unidos, lo motivó a cambiar su práctica artística con una notable consistencia para crear trabajos musicales, marcados por la serenidad y la apertura como objetivo principal de la experiencia misma. ¿El resultado? Frescura y autenticidad.
Un hacedor del oficio que equiparó la grafía de la música al dibujo contemporáneo para difundir la alegría y la revolución al mismo tiempo, mediante una sistemática falta de respeto a las tradiciones académicas y con un profundo sentido de la libertad artística. Sus referentes independentistas fueron Marcel Duchamp y Erik Satie.
Cage, el espejo para mirarse hoy
Su obra propone un retorno a la creatividad, al origen, y son precisamente sus semillas las que permitieron que la música y las artes visuales sigan un territorio del control y el descontrol, de la armonía y la disonancia, de la anti – norma y la medida que, unidas al azar planeado, representa el lenguaje ampliado de la obra de arte total. Irrupciones, extrañamiento, respiración entrecortada, gente que corre en distintas direcciones, la acción se interrumpe, un pájaro corta el horizonte. Cage respira.
Su obra puede generar emociones, rabia, insatisfacción, alegría, pasión pero nunca pasará inadvertida.
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Con un homenaje a John Cage, el Centro Cultural Auditorium Maximum del Colegio Alemán Deutsche Schule – Medellín abrirá sus puertas al país y al mundo, para reflexionar por la obra del maestro del azar planeado. Desde el sábado 28 de abril y hasta el mes de noviembre el público vivirá el Homenaje: música, danza, artes visuales, acciones performáticas, poesía, literatura, diseño y encuentros académicos.
PROYECTO DE CIUDAD LIDERADO POR EL AUDITORIUM MAXIMUM
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