viernes, 28 de mayo de 2010

Una muestra colectiva que no podemos dejar de ver: Cultura Visual y Territorio - 1. Patricia Bravo en el Museo El Castillo

ORIGINAL: Letras Anónimas - Prácticas Artísticas Contemporáneas

Cultura visual y territorio. Ciudad - Paisaje - Naturaleza es la muestra que se abrió al público el jueves 13 de mayo en el museo El Castillo.

Mayo 24, 2010 11:09 am
La exposición colectiva “Cultura Visual y Territorio. Ciudad - Paisaje - Naturaleza” está en la Sala de Arte y el Salón de Los Torreones como preámbulo a la entrega de la primera etapa del proyecto de renovación de sus parques y jardines.

En la muestran participan los artistas:
  • Alejandro Castaño,
  • Aníbal Vallejo,
  • Fredy Alzate,
  • Fredy Serna,
  • Gloria Escobar,
  • Gloria Posada,
  • Jesús Abad,
  • John Jader Bedoya,
  • Jorge Gómez,
  • Juan Luis Mesa,
  • Luis Fernando Escobar,
  • Mauricio Gómez,
  • Nadir Figueroa,
  • Patricia Bravo
  • Yosman Botero.
Quiero destacar el trabajo de la artista Patricia Bravo. Así inicia un recorrido por la obra de este grupo que conforma la muestra y que no podemos dejar de ver.


Les comparto un comentario crítico de Gloria Posada sobre la obra de Patricia Bravo.

Cuerpos, Avatares y Signos
Por Gloria Posada. Artista y Escritora

En las últimas décadas, el arte en Medellín ha asumido plurales lenguajes donde la investigación y el estudio del contexto, han posibilitado gran diversidad de propuestas. Dentro de este amplio panorama el trabajo de Patricia Bravo (Medellín, 1966) evidencia un proceso coherente en el cual la presencia de lo urbano puede rastrearse desde 1990 en esculturas, acciones, huellas, graffiti, ensamblajes, bricolages, montajes digitales y fotografías.

En el trabajo realizado en distintas series que indican énfasis plurales en la búsqueda de la artista, se articulan conceptos en los cuales la vida en la ciudad atraviesa diferentes relaciones: El individuo como ser y cuerpo unívocos sin escisiones metafísicas. La mirada como nexo con el mundo y los otros. La indagación en el pasado o el presente donde se rastrean genealogías. La palabra como trama de unión con las imágenes que indican situaciones sociales complejas y disímiles. Los elementos tierra, agua y aire en atmósferas emocionales asociadas con pulsiones entre vida y muerte. La artista como presencia que vincula hechos biográficos o sociales, lazos entre familia y colectividad. Y como referente en todo ello, la ciudad, hábitat y construcción colectiva en el tiempo donde se enfrentan imaginarios, deseos y luchas por la sobre vivencia.

Una de sus primeras obras esta constituida por objetos seriales, creados con resmas de periódicos locales donde se imprimió la frase: Hechos en Medellín, en una época convulsionada por la guerra del narcotráfico que dejó huellas indelebles en la ciudad. Los objetos, distribuidos y entregados a diversas personas e incluso enviados por correo como vertiente del arte postal, indican un interés persistente en el entorno como resultado de acontecimientos, avatares y conflictos.

Un evento posterior que enfatiza estos señalamientos sobre lo urbano es Huella y memoria (1991), intervención a gran escala donde el cuerpo y su vestigio fueron materializados en heterogéneos lenguajes gráficos. Afiches, graffiti o estampaciones en brea, quedaron en muros, puentes y calles de distintas coordenadas geográficas de Medellín. Allí, el cuerpo de la artista como huella creó una marca territorial, un signo del habitar que surge de su identidad pero se vuelve anónimo, y en esa transformación adquirió pleno sentido la estrategia de la serialidad. Por ello, las figuras como síntesis de lo humano, sin un rostro o señales particulares, generaron múltiples interpretaciones dadas por la gestualidad, el contorno de la silueta y el agrupamiento, en uno de los momentos más álgidos de la violencia en la ciudad.

En otras obras Patricia Bravo enfatiza de manera directa en las problemáticas sociales del país: No se nada (1997), Lo que quedó (1997), En carne propia (1998), Mata que Dios perdona (1998), Esperando esos días azules que si van a volver (1999), En el viento hay alguien (2000), El que tiene el rifle dispara (2006). En ellas, imágenes, objetos y palabras se articulan para reconstruir hechos, dilucidar situaciones, evidenciar conflictos y dramas humanos de la guerra, frente a los cuales la artista se sitúa como testigo con su rostro, su cuerpo o su mirada que interactúa con el observador. Complementando esta relación los reflejos en Ser o no cero (1993), Tan lejos tan cerca (1996) y Entre noche y niebla (2000), posibilitan superposiciones de imágenes donde lo especular implica todas las acepciones de contemplar, reflexionar o pensar. Y en todo ello, no sólo se amplía la percepción, sino que se confronta el estar en el mundo desde la reciprocidad entre ver y ser visto.

En el enfoque asumido frente a la violencia, dos obras son particularmente representativas: Lo que quedó (1997) y Esperando esos días azules que si van a volver (1999). La primera, instrumentaliza la recolección desde un punto de vista casi arqueológico, pero no en el subsuelo sino en la superficie, en las ruinas que son memoria de casas y edificaciones destruidas por atentados terroristas. El trabajo realizado a lo largo de un año en diferentes sectores de Medellín, reunió fragmentos de plurales materialidades que laminadas formaron un gran bricolaje. La segunda, establece nexos entre cielo y tierra, entre contemplar y yacer, mientras el paisaje y el cuerpo son atravesados y unidos por el listado de muertes violentas en un año en la ciudad. El registro innumerable de nombres, edades, armas, lugares, días y horas de cada asesinato, confronta al espectador con una realidad sanguinaria y dolorosa que lo rebasa, que lo abruma.

Pero no sólo la mirada genera vínculos entre observador e imagen, la presencia de la corporalidad y la nominación de los sujetos, brindan una magnitud significativa en la reconstrucción de los hechos ante la comunidad, en tanto los asesinatos y las desapariciones forzadas en Colombia son tragedias donde la pérdida tiene dimensiones inconmensurables porque “…cada individuo posee un cuerpo irremplazable, mediador necesario en todas nuestras relaciones con el mundo, objeto y fuente de placer, o de dolor, e interlocutor activo y exigente de nuestra existencia” [1] Por lo tanto, mas allá de la muerte física se enfrenta la inexistencia social, el fin de una identidad.

Una de las últimas intervenciones de Patricia, es Estar en la Niebla (2007), retratos y testimonios de madres, esposas o hermanas que se superponen en paisajes nublados en transición de la noche al amanecer, donde la memoria es umbral entre vida y muerte, correlato de imágenes y textos sobre el sufrimiento, la incertidumbre y la indefinición existencial como vicisitud que no cesa. Ampliando este sentido afirma la artista: “la obra busca a partir de fotografías poner de manifiesto el sentimiento ambivalente en el que se encuentran los familiares de los desaparecidos, al no saber si sus seres queridos continúan con vida o si están muertos, y cómo la ausencia de un cuerpo, para amar o para llorar, dificulta el duelo…” Entonces, para las victimas la palabra es rememoración, desahogo del dolor causado por la pérdida.
En distintos momentos de la obra de Patricia Bravo lo fotográfico se constituye en fundamento, soporte técnico y conceptual, hecho social y asociación poética o desgarradora entre acontecimientos, escrituras y cuerpos. El interés extendido por este lenguaje en el arte contemporáneo, participa de un fenómeno masivo de proliferación y democratización de las imágenes en la sociedad occidental, donde la plástica marca una instancia diferencial en tanto más allá de referirse al documento como relato histórico, potencia la apertura de significaciones: “…la cuestión de representar la realidad deja paso a la construcción del sentido. La nueva categoría de imágenes técnicas ya no se contentan con referirse al mundo como modelo verificable, sino que se han convertido ellas mismas en verdaderos mundos.” [2]

En las artes plásticas lo fotográfico se ha consolidado en una expansión de relaciones con lo pictórico, y sus dimensiones iconográficas y simbólicas indican una posición, una mirada, un desciframiento del mundo. Por eso, el trabajo de Patricia Bravo tiene implicaciones de incidencia política donde se manifiesta “…una gramática y, aún mas importante, una ética de la visión.” [3]

[1] Juan Antonio Ramírez, Corpus Solus, Para un mapa del cuerpo en el arte contemporáneo, Ediciones Siruela, Madrid, 2003, pág. 13.
[2] Joan Fontcuberta, Ciencia y fricción. Fotografía, naturaleza, artificio. Editorial Mestizo A.C. Murcia, 1998, pág. 19, 20.
[3] Susan Sontang, Sobre la fotografía, Editorial Edhasa, Barcelona, 1981, pág. 13.

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