jueves, 17 de septiembre de 2009

Arte público + Espacio público

Por: Lucrecia Piedrahita. Museóloga/Curadora

Este texto es la reflexión que planteo a partir del Proyecto "Auto constructora el ladrillo" del artista Víctor Muñoz, quien participa en la Curaduría Inversiones.




El espacio público constituye un punto de encuentro vital para los habitantes de la ciudad. Es también el lugar de consumo de signos, que tiene una dimensión simbólica: los monumentos, las plazas, las avenidas, los lugares de encuentro que hacen posible la sociabilidad. Lo familiar y lo barrial, las relaciones interpersonales, la vida anónima que permite el ambiente urbano, son actos, acciones, mensajes, que definen la morfología material y social de la ciudad como lugar y medio.

En la ciudad surge un paisaje de visión caleidoscópica, múltiple, fracturada y expansible que se integra o, más bien, hace parte de lo urbano. La cartografía es mutable y sirve de contexto para describir la ciudad como una conjunción de espacios cerrados, abiertos, inconclusos, insinuados, de ambientes presentes en la memoria, de lugares de paso, de interiores brutales; todos ellos, elementos que definen la comunicabilidad de lo urbano.

La ciudad constituye una categoría sociológicamente compleja, es el lugar donde se construye la memoria colectiva, es una suma de opuestos que configuran el espacio de representación donde interactúan los individuos de la colectividad. En cuanto a la forma urbana surge de dos clases de sistemas como lo ha explicado el urbanista Carlos Julio Calle: el sistema estructurante, constituido por lo público, cuya esencia es la calle, en sus diferentes formas y manifestaciones, y el sistema estructurado que establece lo privado, cuya representación es el barrio.

La ciudad es un centro de comunicación permanente, el lugar por excelencia donde se desarrolla y se vive el sentido de lo público. Es permanencia y sustancia etérea. Existe como concreción y materialización de las necesidades de los hombres, y, al mismo tiempo, se convierte en fantasma. Es distancia y tráfico, arraigo y desorientación para otros.

En ella coexisten símbolos de prestigio que se contraponen a los símbolos de estigma. Lugar de residencia y trabajo, de consumo y recreación. Es el observatorio de las rutinas diarias que cumplen los ciudadanos y que son conceptos claves que vinculan al individuo con sus diversas situaciones sociales.

El territorio urbano es la utopía de la ciudad para inmigrantes y los que migran internamente. En ella hay un choque de tiempos. Sin embargo, todos reclaman el derecho a la ciudad, una estructura hecha de calles, parques y avenidas. De secretos y escondites.

La reflexión sobre arte, ciudad y espacio público nos permite una re-lectura de lo urbano. Es la posibilidad de entender y asimilar esa tarea a la que hace referencia Jurgen Habermas cuando propone como una de las tareas fundamentales en las sociedades actuales, el “producir lo público”. Es precisamente ahí en donde deben intervenir los actores de una colectividad, que en nuestro medio, muchas veces desconocen o han perdido las herramientas por medio de las cuales pueden reclamar sus derechos de participación para intervenir en la construcción de lo público. Y esta gestión pública se ha hecho en los últimos 15 años a través del trabajo que hacen los artistas al asumir en su obra justamente esa producción de lo público, al intervenir la ciudad como espacio narrativo, como lugar de comunicación. El artista aparece entonces como constructor social.

Hablamos de un arte público en el espacio público que transgrede los ordenes establecidos en la ciudad, y porqué digo, transgrede, porque el arte público ya no es más ese elemento decorativo que maquilla la ciudad, ni ese monumento que perdió su razón de ser, tal véz por esa ostentación emblemática o porque en un mundo saturado de símbolos, los héroes se bajaron de su pedestal para sentarse y observar como sus fuerzas se desvanecen. Hoy, el arte público debe establecer un diálogo directo con los ciudadanos, “afectarlo” dentro de su cotidianidad.

Sobre esa evolución del arte público, José Luis Brea señala los cuatro rasgos que mejor caracterizan su evolución:

  1. Ruptura con la lógica del monumento, con la semiótica bipartita del significante/significado, dominio de la representación/dominio de lo real, tendencia en cambio a una inmersión.
  2. Ruptura con la lógica de la conmemoración. No se pretende construir el monumento en objeto de perduración en argumento de recuerdo, sino en testimonio efímero de la intensidad del tiempo ahora, del instante, de lo pasajero.
  3. Ruptura con la lógica del espectáculo. Resistencia al cumplimiento de una función meramente emblemática y de legitimación de las formaciones sociales instituidas.
  4. Concentración en el esfuerzo de producción de un dominio público políticamente activo, de constitución de una esfera que permita la discusión razonada de los intereses compartidos y su conducción política.

El arte contemporáneo se convierte en un medio de comunicación visual que evidencia lenguajes y representaciones, a través del cual se hacen visibles procesos de identidad que señalan pautas de comportamiento, formas de pensar y actitudes de los actores sociales frente a lo público y lo privado. La manera de percepción del espectador frente a la obra de arte, cambia y genera relatos múltiples a niveles corporales, éticos, estéticos y dialógicos, lo que permite que se abran las posibilidades interpretativas de la obra como espacio significante y como lugar de encuentro de la actividad intersemiótica.

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