POR LUCRECIA PIEDRAHITA.
MUSEÓLOGA,
CURADORA,
ANALISTA CULTURAL
BECARIA DE CURADURIA DEL LIPAC. LABORATORIO DE INVESTIGACIÓN EN PRACTICAS ARTÍSTICAS CONTEMPORÁNEAS. UBA-UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES 2009
La curaduría como una práctica interpretativa conlleva reflejos de la esfera pública ya que en el mismo proceso de selección y producción, expone, escenifica, visibiliza la obra de arte como producto producido y manifiesta el resultado no sólo en la disposición de la obra-objeto en el espacio sino en la misma producción textual, suministros para ser consumidos, transformados, negados o asumidos por parte del público. Y es en el mismo momento de la escenificación de la obra de arte en donde se cumple la circularidad y apropiación de la obra-objeto, trasladada al espacio de lo público, al lugar de dominio público y por lo tanto entra a formar parte de la opinión pública. Es Giovanni Sartori quien nos ofrece una útil distinción entre lo público y el público. Una opinión es pública, según lo expresa Sartori, porque es del público (difundida entre muchos) e implica objetos y materias que son de naturaleza pública (interés general y bien común). Este concepto trasladado a las prácticas curatoriales se asimila a que una vez la obra de arte y el mismo proceso del curador, se exponen, se convierten en objeto de interés general y por lo tanto en instrumento de opinión pública susceptible de consenso o disenso. Es Sartori quien afirma “la opinión pública no es innata; es un conjunto de estados mentales difundidos (opinión) que interactúan con flujos de información”. Y sostiene que el problema se presenta con estos flujos de información: ¿cómo asegurar que las opiniones recibidas en el público son también opiniones del público? Esto constituye uno de los tránsitos públicos que definen las prácticas curatoriales y que hace cruces con lo planteado por Habermas cuando afirma “la cultura de integración masivamente extendida induce a su público a un cambio de opiniones a cerca de los artículos de consumo y lo somete a la suave coacción del constante ejercicio consumista”. La obra consumida, observada, interpretada en el espacio expositivo es objeto de consumo, elemento fundacional de las dinámicas culturales. Consumo entendido dentro de la cadena de producción del mercado, por una parte, y de las noticias, por otra.
De nuevo el cruce de la esfera privada y la esfera pública en el análisis y la comprensión de las prácticas curatoriales como uno de los campos que crean las fronteras culturales en donde convergen los agentes, quienes son los responsables de poner en circulación el capital simbólico. El agente representa la institución. Y el público es el consumidor, ambos complementan la circularidad entre estructuras sociales, entendidas o representadas en las instituciones; los habitus definidos como el conjunto de disposiciones lógicas entendidas como esquemas de percepción, valoración y grupo en el que entran los actores (ejemplo: los artistas) y las prácticas asimiladas como acciones, productos (ejemplo: el arte).
NUEVOS MEDIOS, NUEVOS CURADORES
El curador tiene el deber de consignar con justicia la labor silenciosa del artista. De lo público a lo privado, de la mirada a las apuestas de sentido, de la observación a la interpretación, de la selección a la escenificación, del taller al museo, del museo a la ciudad, de la ciudad a los medios, del artista al espectador, así se construye la acción de curar.
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