martes, 1 de septiembre de 2009

Correspondencias entre Curador y Etnógrafo

CORRESPONDENCIAS ENTRE CURADOR Y ETNÓGRAFO
Por: Lucrecia Piedrahita Orrego

La curaduría en tiempos posmodernos tiene que plantear múltiples lecturas para públicos diversos y para ello es necesario hacer cruces con diversas disciplinas que establezcan diálogos entre los mismos procesos que implica la curaduría. La historia del arte, la arquitectura, la filosofía, la antropología, las comunicaciones, la literatura, la historia entre otras, conforman el cuerpo de estrategias de investigación y comunicación que unido a conceptos, herramientas y referentes de otros discursos, como la etnografía, permiten desarrollar hoy procesos curatoriales multidisciplinarios.
Revalorando las palabras del profesor mexicano, Jesús Galindo: “La etnografía tiene una vocación del otro, lo busca, lo sigue, lo contempla. Su asombro se resuelve muchas veces en la racionalidad de los propios referentes, pero también hace estallar la certidumbre y alerta a la imaginación. El etnógrafo hace apuestas de sentido, tiene que afirmar algún significado a todo aquello que ha pasado por su mirada y la interacción con los otros, incluyendo la reconfiguración de la percepción de su propia percepción. En estas apuestas de sentido se juega todo el prestigio y la fuerza de oficio de la mirada y el sentido. El etnógrafo toca los hilos invisibles del misterio de lo visible, muestra lo que está más allá de lo evidente y le da forma y lo estructura ante nuestros ojos, en nuestros ojos”. Y es que el recorrido etnográfico es un elemento fundamental de la fase de investigación curatorial que permite reconstruir un mapa de ciudad y definir su territorio a partir del taller de cada artista, en donde el acto curatorial consolidado como investigación, se da desde el mismo momento de la interrelación con los artistas, el levantamiento de una memoria visual, escrita, espacial y temporal que se genera en cada uno de los talleres y los recorridos de ciudad, ésto permite atender a los procedimientos metódicos de materializar la curaduría como proceso. Recurro a la figura del etnógrafo para explicar la labor curatorial asimilando el trabajo de quien recorre un territorio y lo hace suyo y de quién asume la percepción como palabra clave de su oficio. La etnografía expuesta en palabras de Galindo es el oficio de la mirada y el sentido y es este filón el que sirve de base para explicar las acciones de un curador y las prácticas que se derivan de su labor.
El curador inicia su oficio en la mirada que dirige hacia el otro: artista/obra/proceso. De esta manera la obra del artista se constituye en el campo a observar/seleccionar/interpretar, y a partir de estos cuerpos comienza a reconstruir su discurso. Así, la obra del artista, se convierte en materia prima de significación para lograr en el proceso una coherencia conceptual, narrativa y visual que se escenifica en el espacio expositivo. Las correspondencias entre curador y etnógrafo como oficiantes que privilegian la observación, construyen su proceso en la relación, la interacción, la comunicación y el contacto con el objeto de estudio: artista-obra-proceso. El oficio principia en la mirada dirigida al otro, el dirigir la mirada significa señalar un espacio y –estar- es ocupar un lugar, así se desarrolla el acto comunicactivo e interpretativo del curador, de quien emprende un viaje en el otro, de quien selecciona, investiga y se transforma él a su vez, en un actor en construcción del campo artístico. Así avanza la circularidad, nunca aislado del proceso de creación, investigación, formación, circulación y apropiación. De esta manera, el curador considerado la figura mítica excluyente, se mira a sí mismo y entra a formar parte de las dinámicas culturales y sus roles públicos y privados.
El investigador Jesús Galindo afirma que el oficio de sentido complementa la mirada del etnógrafo quien debe ser un observador minucioso. Un cruce más en la correspondencia con el curador: hacer apuestas de sentido, lanzar afirmaciones y reconfigurar informaciones para interpretar su propia cartografía en esa relación artista-obra-espectador. Así entonces, el rol del curador es visibilizar lo privado y conducirlo a la esfera pública, entendiendo lo privado como la obra del artista o su proceso creativo que se define en el taller. De ahí que para explicar el proceso curatorial recurro a la discusión entre las dimensiones de lo público y de lo privado para dar respuestas al papel que debe cumplir un curador. Definir lo público no ha sido fácil a través del tiempo. Hay perspectivas que indican que lo público corresponde a lo estatal frente a lo privado que representa el ámbito de la sociedad. También hay quien advierte que lo público es lo publicitado, dominio de todos, contrario a lo privado, que corresponde al mundo íntimo. Las fronteras que separan lo público de lo privado, son sutiles y son esas fronteras imprecisas las que debe acortar, traducir, interpretar y visibilizar un curador de arte quien entiende que sus determinaciones indican una toma de posición y que la obra de arte tiene una naturaleza pública en sí misma. Las referencias de lo público y lo privado para explicar la labor de un curador no son disímiles pues sabemos que el mismo término proviene del entorno legal.
El curador se responsabiliza de un proyecto expositivo, lo hace suyo, pero ante todo es un mediador que a través de acciones interpretativas genera puentes comunicacionales. El curador es un observador de oficio con un alto nivel de percepción que hace visible una idea, un concepto y “la pone en escena”. De esta manera desarrolla el segundo estadio metodológico del proceso curatorial: la relación obra/concepción museográfica/experiencia del espectador que se escenifica en el espacio de exhibición. Dentro de las prácticas curatoriales, lo público, lo manifiesto, lo ostensible, se materializa en la puesta en obra, ligado al acto interpretativo que acompaña la acción de curar, hecho que se corresponde con lo que afirma Michel de Certeau “al señalar que la interpretación es siempre una práctica localizada –como toda producción ocurre en un lugar- y en tanto producto, produce su propio lugar de producción”. (Ver “Aventuras de una Heterología fantasmal”. Francisco A. Ortega. En Ortega Francisco, La irrupción de lo impensado. Cátedra de estudios culturales Michel de Certeau. En Cuadernos: Pensar en Público. Instituto Pensar, Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, 2004).

Este ejercicio de interpretación a las prácticas curatoriales nos permitirá entender el 13 Salón Regional de Artista como referente visual en los nuevos lenguajes contemporáneos.

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