sábado, 31 de julio de 2010

De la esfera global al ámbito local.

ORIGINAL: Letras Anónimas
Por Lucrecia Piedrahíta Orrego

Les comparto unos fragmentos de mi texto para el proyecto: Artes Plásticas en Antioquia que coordiné para el IDEA. Este producto multimedial recoge una completa historia del arte del departamento.

Generación sesenta: La mirada múltiple
Zonas del arte Siglo XX-XXI

Lucrecia Piedrahíta Orrego

Generación sesenta: La mirada múltiple
Esfera nacional

VIOLENCIA, 1962
Alejandro Obregón (España, 1920 - Colombia 1992)
Óleo sobre lienzo, 155 x 188 cm.
Colección de arte del Banco de la República


Contexto sociopolítico
Colombia accede a los años 60 en medio de una economía golpeada por la crisis que produce la aparición de grupos subversivos focalizados en ciertas regiones del país y bajo el agobio del devenir de la violencia, desatada en la década anterior como consecuencia del asesinato del líder liberal-populista Jorge Eliécer Gaitán (9 de abril de 1948), violencia que aún perdura.

“1960, el Frente Nacional y su consecuencia: la inestabilidad política y la búsqueda de resultados positivos a través de la ‘reforma agraria’ la promesa de una redención social del campesino, mediante la redistribución de tierras”.

Después del gobierno de Lleras Camargo, subió Guillermo León Valencia, quien tuvo que sobrellevar una difícil y cada vez más insoportable situación económica, se producía un descenso en las reservas internacionales, bajaban los precios del café y el clima socioeconómico era cada vez más intenso. Déficit fiscal, intensas movilizaciones sindicales y estudiantiles, disturbios en distintas ciudades del país, crecimiento de la violencia sumada a la reactivación de grupos guerrilleros rurales.

1964 fue el año del surgimiento de las FARC y en 1965 apareció el Ejército de Liberación Nacional. Entre 1964 y 1965 se gestó el Ejército Popular de Liberación. De esta manera Colombia vio la aparición de grupos guerrilleros, la descomposición social y el desajuste económico propio de las presiones y arremetidas de grupos subversivos en todo el territorio nacional, problemas que en 1966 debió asumir el nuevo presidente de la república Carlos Lleras Restrepo, tercer presidente del Frente Nacional y quien tuvo que liberar intensas batallas políticas durante su mandato.

Es en 1968 cuando se reforma la Constitución Nacional y se fija un derrotero para desmontar el Frente Nacional. Al cierre de la década del 60, en medio de grupos guerrilleros infiltrados en zonas rurales, el presidente Lleras Restrepo dio impulso a la Reforma Agraria pero generaría descontento entre los grandes hacendados, las organizaciones campesinas que ya adquirían autonomía política, y el Estado. Era el momento de seleccionar al candidato presidencial para el último período del sistema del Frente Nacional, los tiempos de inestabilidad se prolongaban.

Tiempo de arte
En el panorama cultural el país vivía el desarrollo de eventos, salones, exposiciones, debates logrados en gran medida por el impulso de entidades y grupos particulares y por una tímida participación del Estado que no sentía la necesidad de apoyar decididamente el arte porque no lo consideraba un aspecto vital y civilizatorio.

En medio de las circunstancias, Colombia penetraba postulados de vanguardias en los años 60. El minimalismo asumido por Negret y Ramírez Villamizar. La fuerza del grabado como una -vanguardia latina- de Augusto Rendón y Pedro Alcántara.

El realismo de Botero como “el auténtico” vanguardismo, en palabras del artista. El geometrismo de Ramírez Villamizar y Fanny Sanín. Además Marco Ospina, Carlos Rojas, Manzur y Rayo. Las atmósferas cromáticas de Obregón, Zárate y Negreiros. La presencia de Manuel Hernández y de Enrique Grau. Todos estos nombres que accedieron a la esfera internacional, lo que no significó que los hiciera “modernos”, pero sí permitió visualizar un arte colombiano.

La artista e investigadora Beatriz González señalaba en el texto “El termómetro infalible”, el desarrollo del Salón Nacional de Artistas así: segunda etapa: 1957-1968 (Salones X-XIX), según González, esta etapa significó una apertura a las tendencias internacionales, la consagración de artistas como Obregón, Botero, Ramírez Villamizar y Negret reforzaron la actividad cultural junto con el Museo de Arte Moderno de Bogotá, fundado definitivamente en 1962 por la crítica de arte Marta Traba quien dominó este período. “Hubo escándalos artísticos no seudoartísticos”…El premio a la obra “Violencia” de Obregón (Salón XIV) se convirtió en un símbolo.


La década del 60 se inició con el XIII Salón de Artistas (1961). En esa ocasión el premio fue para Manuel Hernández con la obra “Flores en blanco y rojo”. Una obra que distaba del lenguaje abstracto definido por los ritmos de su signo monotemático de gran poder visual.

El segundo premio en pintura fue para Luciano Jaramillo con “Desnudo No. 1”. “Sus cuadros - escribió Marta Traba- son los más fuertes y extraños del salón, acometen con salvajismo, épicamente, el problema de la no figuración. Pero se resisten a abandonar la figura [...] una fauna-flora-humanidad dura, manchada de rojo y amarillo, pugnando por ser y decir y acometer actos violentos en el cuadro”.

Las menciones del salón fueron para David Manzur, Alejandro Obregón, Gerardo Aragón. En escultura el tercer premio fue para Alicia Tafur. Los dos primeros fueron declarados desiertos. Ignacio Gómez Jaramillo recibió el primer premio en pintura. Las menciones en esta categoría fueron para Samuel Montealegre y Julio Castillo. En grabado el premio fue para Luis Hanné Gallo y las menciones para Rodolfo Velásquez y Aníbal Gil.

El salón presentó obra de Álvaro Herrán, Alberto González, Arcadio González, Armando Villegas, Luis Ángel Rengifo, Lucy Tejada, Arosemena, Zárate, Negreiros, Miguel Cárdenas y Alicia Tafur, entre otros nombres. Fue un salón duramente criticado.

Fue en 1962 en el XIV Salón Anual de Artistas colombianos cuando Marta Traba formó parte del jurado de calificación, en compañía de Fernando Martínez Sanabria, Antonio M. Bergman y Dicken Castro. El premio nacional de pintura lo obtuvo Alejandro Obregón con la pintura “Violencia”, una obra inaplazable para la historia colombiana. Sin duda es una de las mejores piezas de la plástica nacional.

“Violencia” es un cuadro de mirada muda. Un cuerpo de mujer se ha abandonado a la muerte y su figura se ha hecho geografía/montaña/paisaje devastado por el horror. El interior del silencio de un cuerpo en tránsito definido por un enjambre de pinceladas que se cruzan en todas direcciones. En esta obra Obregón se sale de la realidad y llega hasta lo esencial de los sentidos.

“Desde 1948 hasta 1962, en que con ‘Violencia’, la pintura más importante del período en Colombia recibe el primer premio del XII Salón Nacional de Artistas Colombianos, se suceden una serie de eventos artísticos y extra-artísticos concatenados entre sí y en grado de marcar los nuevos rumbos del arte en Colombia y, por ende, de la relación entre arte y poder. Obregón define, en esos catorce años, tras una tortuosa búsqueda y una obra variada y profunda, su propia poética que se convierte en el pintor por excelencia -por calidad, innovación y factura- del siglo XX en Colombia”.


Entre el grupo de premiados estuvo María Teresa Negreiros, Lucy Tejada, Ramírez Villamizar, Juan Antonio Roda, Enrique Grau y Beatriz Daza.

En esa ocasión el pintor antioqueño Carlos Correa escribió un artículo para el periódico El Tiempo en 1963. En él cuestionaba la calidad del salón y señalaba que el fracaso de éste se debía a la ausencia de los auténticos valores nacionales. Entre los que mencionaba estaban Pedro Nel Gómez, Eladio Vélez, Rafael Sáenz, León Posada, Débora Arango, Gonzalo Ariza, Ricardo Gómez Campuzano, Luis Alberto Acuña, Horacio Longas, Arenas Betancur, Carlos Martínez, entre otros.

“Desde 1948 hasta 1962, en que con ‘Violencia’, la pintura más importante del período en Colombia recibe el primer premio del XII Salón Nacional de Artistas Colombianos, se suceden una serie de eventos artísticos y extra-artísticos concatenados entre sí y en grado de marcar los nuevos rumbos del arte en Colombia y, por ende, de la relación entre arte y poder. Obregón define, en esos catorce años, tras una tortuosa búsqueda y una obra variada y profunda, su propia poética que se convierte en el pintor por excelencia -por calidad, innovación y factura- del siglo XX en Colombia”.

Entre el grupo de premiados estuvo María Teresa Negreiros, Lucy Tejada, Ramírez Villamizar, Juan Antonio Roda, Enrique Grau y Beatriz Daza.

En esa ocasión el pintor antioqueño Carlos Correa escribió un artículo para el periódico El Tiempo en 1963. En él cuestionaba la calidad del salón y señalaba que el fracaso de éste se debía a la ausencia de los auténticos valores nacionales. Entre los que mencionaba estaban Pedro Nel Gómez, Eladio Vélez, Rafael Sáenz, León Posada, Débora Arango, Gonzalo Ariza, Ricardo Gómez Campuzano, Luis Alberto Acuña, Horacio Longas, Arenas Betancur, Carlos Martínez, entre otros.

En la nota crítica de Correa se hacía evidente una nostalgia por el abandono de la pintura representativa tradicional y un rechazo a la evolución inevitable del arte. Así fue como en nuestro medio se generaron escenarios ciegos que impidieron ver cómo a través de una tradición consolidada, era posible depositar las fórmulas de un arte moderno.

El error de Carlos Correa fue creer en la exclusiva validez de la figuración. Un indiscutible artista como él de gran capacidad creativa, dominio de técnicas, medios y lenguajes.

La presencia de artistas antioqueños que obtuvieron un reconocimiento se vio en 1963. En el XV Salón de Artistas, Augusto Rendón obtuvo el primer premio en grabado con la obra “Santa Bárbara”, al año siguiente lo declararon fuera de concurso en compañía de Edgar Negret y Beatriz Daza. Y sería en el XVIII Salón de Artistas cuando Augusto Rendón volvería a recibir el premio en grabado con la obra “Homenaje”.

Al año siguiente el salón XVI de 1964 el Premio Nacional de Pintura lo obtuvo Augusto Rivera con su obra “Paisaje y Carroña”, excelente pieza del Museo de Antioquia. Un cuadro de colores térreos y de superficie con carácter de relieve

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